martes, 18 de diciembre de 2007

Un cuento



Érase una vez una reina de un reino lejano que vivía en la más absoluta tristeza porque había dejado de adorar a su rey, por lo que la vida se le antojaba vacía, dura de llevar, sin ilusión...

La joven reina intentó solucionar el problema, pensó que con tiempo y algo de esfuerzo las cosas podrían mejorar, pero el rey se sentía muy cómodo en su actitud pasiva ante la vida que llevaba, en la que no necesitaba esfuerzo alguno, puesto que dejaba el peso de las cosas a los demás, y, aunque se quejaba por cosas, nunca intentaba buscar y poner un remedio a las situaciones que no le agradaban.
La reina le reprochaba muy amenudo la falta de tacto que tenía,puesto que hacían o no las cosas dependiendo si a su majestad el rey le apetecía o no, su poca iniciativa, ya que de él nunca salía nada nuevo con lo que amenizar las largas tardes y nunca aceptaba sugerencias, su vaguería... Para más inri la pasión entre ambos se había disipado, los días pasaban y la reina se sentía como una flor que se marchitaba.

Cierto día la reina sintió la fuerza necesaria para abandonar aquella situación, y, con las manos vacías, desertó, se adentró en lo más profundo del bosque, cegada con la idea de libertad, de nuevas ilusiones, de ganas de encontrar alguien que supiera corresponder como ella necesitaba.

Y el tiempo pasaba, y recorría senderos y senderos de un bosque que en ocasiones era hermoso, y en ocasiones se tornaba umbrío, se estaba haciendo más duro de lo que se había imaginado.
El cielo se había nublado demasiadas veces, y el bello vestido de reina con el que había partido, se había hecho jirones, ya no era ni el recuerdo de lo que fué...

Ya no era reina, no era princesa, ni tan siquiera dama de la corte, creía que no podía ni llegar a simple plebeya, se moría por dar todo lo que tenía dentro, pero parecía que no había en el mundo un reino que la quisiera acojer y convertirla de nuevo en reina, y sintió que quizás había abandonado el único reino capaz de quererla, así que se sentó a un lado del camino, porque estaba agotada de andar a la deriva sin destino fijo...
¿vino algún rey que la quisiera como reina?, pues de momento no, tendrá que seguir esperando mientras ve como pasa la vida sin mirarla.

Que conste que no estoy triste, pero te confieso que no atino a encontrar la calma, nada ansío más y es lo que menos tengo. Se va el alma silenciosa por la ventana... (GRAN Manolo García siempre tienes una frase con la que eres capaz de hacerme sentir identificada, tengo ganas de escuchar algo nuevo y de verte en concierto)

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